Camino de vuelta del supermercado, con las tareas en cola paseando de una oreja a la otra, recuerdo un tweet de un perfecto desconocido: pocos caracteres me invitan a realizar una pequeña acción mental a modo de "sushi-mantra" diario, consistente en recapitular tres momentos positivos que haya tenido mi día. Mientras giro a la derecha me digo que por qué no intentarlo, por qué no probar a darme un pequeño espaldarazo que me apuntale el resto de la jornada. Y lo hago. Antes de empezar me permito un excurso mental conmigo misma (sí, los paréntesis no solo se los planteo a mis interlocutores, ser uno comienza por ser uno mismo consigo mismo, sin perdón) y me pregunto por las razones que me llevan a confiar en esas palabras de ese perfecto desconocido. Seguramente consejos parecidos me han dado seres queridos próximos y lejanos y no han calado tanto. Dios sabrá. Y yo también, pero esto si lo alargo se hace aburrido.
Mi hit-parade para el día de hoy mientras rebaso el conservatorio es:
1) pasar la tarde con mis hijos en el parque de la Batería consiguiendo, incluso, montarnos en barca y salir ilesos.
2)conseguir comprar en el carrefour sin montarlos en un carro y sin que me monten una escenita al "desagarrarlos" de la zona de carritos.
Aquí llego a la rotonda. Me digo que no hay nada más, y me planteo la tristeza de no poder encontrar nada realmente bueno en el resto de mi día. Al poco tiempo me acuerdo del abrazo que le ha dado a mi marido al saludarlo, después de encontrar el teléfono que creía perdido. He completado con éxito mi sushi-mantra. Por los pelos.
En escribiendo esto me acuerdo de más cosas: la sonrisa de mi Director, un par de charlas con conocidos durante la mañana. El día no ha estado tan mal. Simplemente tenía que ponerme las gafas correctas.
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