nos fuimos a Venecia a discutir sobre lo divino y lo humano
lo divino lo veíamos en las calles
lo humano lo dejábamos para nuestra habitación
tres días de callejeo, cierta pasión y algo de desencanto
dormimos en el Lido -era más barato-
y emulamos a las estrellas de cine paseando por la playa
pero el trasiego del vaporetto nos empujaba
a imitar -más bien- a ciertos venecianos:
para meterse en la cama había que recorrer
media laguna Estigia
en San Marcos parecemos la pareja ideal
revoloteo de palomas y cálidas sonrisas
pero tú y yo sabemos como es Venecia
al rayo de luz lo acompañan la humedad
y lo lóbrego del agua
con el viaje a Venecia no sé
si reír o llorar
los recuerdos son como el azul de sus aguas:
no sé si me gustan o no
o
a ratos me gustan y a ratos no
creo que, definitivamente, algo de mí murió en Venecia
lo divino lo veíamos en las calles
lo humano lo dejábamos para nuestra habitación
tres días de callejeo, cierta pasión y algo de desencanto
dormimos en el Lido -era más barato-
y emulamos a las estrellas de cine paseando por la playa
pero el trasiego del vaporetto nos empujaba
a imitar -más bien- a ciertos venecianos:
para meterse en la cama había que recorrer
media laguna Estigia
en San Marcos parecemos la pareja ideal
revoloteo de palomas y cálidas sonrisas
pero tú y yo sabemos como es Venecia
al rayo de luz lo acompañan la humedad
y lo lóbrego del agua
con el viaje a Venecia no sé
si reír o llorar
los recuerdos son como el azul de sus aguas:
no sé si me gustan o no
o
a ratos me gustan y a ratos no
creo que, definitivamente, algo de mí murió en Venecia
Viconti nos hizo ver que a la belleza le cuesta asumir su natural decadencia. Siempre muere algo en Venecia, y si no la agarras, acaba yéndose.
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